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miércoles, 20 de julio de 2016

¿Venezuela podría exportar algo más que petróleo? Prodavinci.

¿Venezuela podría exportar algo más que petróleo?; por Bárbara Lira y Diego Guerrero // #Numeralia


Cuando un país depende demasiado de un producto resulta costoso para el bienestar de sus habitantes. En Venezuela, prácticamente todas las divisas que ingresan al país por exportaciones provienen del petróleo, tal que para 2014 sólo 3,6% de las exportaciones fueron no petroleras. Los ingresos a la Nación son vulnerables cuando se concentran en una sola fuente y más si se trata de una fuente volátil como el petróleo.
En ausencia de ahorros suficientes, la disponibilidad de recursos del Estado para implementar políticas sociales y la posibilidad de acceder a más y mejores bienes y servicios vía importaciones, están condicionadas a lo que suceda con el precio del petróleo en el mercado internacional, sobre el que tenemos poca o ninguna influencia. Claramente, sería menos arriesgado contar con ingresos de varios sectores.
La diversificación económica (y particularmente la diversificación de las exportaciones) ha sido una meta perseguida por muchos de los gobiernos venezolanos, justamente como una estrategia de protección contra la volatilidad de los ingresos petroleros y el riesgo que acarrea. De hecho: ante la caída de los precios del crudo que inició en el segundo semestre de 2014, Nicolás Maduro ha mencionado en varias ocasiones la necesidad de aumentar las exportaciones de otros sectores. Por ejemplo, el pasado 15 de agosto anunció que implementaría una taquilla única como “facilidad legal” para la exportación de productos venezolanos, pues el país debe “continuar generarando nuevas fuentes de ingreso en divisas, más allá del petróleo, del gas y la petroquímica”. Sin embargo, la experiencia de los últimos años apunta en la dirección contraria a la diversificación.
Las exportaciones no petroleras habían alcanzado aumentar su participación en las exportaciones totales desde menos de 10% a principios de los años ochenta, hasta un máximo de 31,2% en 1998. Vale acotar que esto ocurrió en un contexto de bajos precios petroleros, que promediaron US$ 15,4 por barril durante la década de los noventa. En los años siguientes las exportaciones no petroleras como porcentaje de las totales se mantuvieron cayendo, hasta alcanzar en 2014 su proporción más baja en los últimos 60 años.
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Si bien se mantuvo la tendencia a caer de la participación de las exportaciones no petroleras sobre el total, hay que notar que el valor de las exportaciones sostuvo una tendencia al alza hasta 2006, pero luego de ese año empezaron a caer. Para 2014, el sector no petrolero exportó menos de la mitad de lo que exportaba en 2006.
¿Cómo se mide la diversificación?
Para el caso venezolano, la participación de las exportaciones no petroleras en el total es una señal, pero hay mejores índices para evaluar el grado de diversificación de una economía. En este post calculamos dos de ellos para el período de 1998 en adelante, utilizando los datos de exportaciones por capítulos del Instituto Nacional de Estadísticas.
El Índice Herfindahl-Hirschman (HHI) cuantifica la concentración, midiendo el tamaño de un sector con relación al total y dando mayor peso a los sectores más grandes. Otra metodología de medición es el Índice de Entropía Theil (TEI), que ilustra la equidad en una distribución: un TEI igual a cero indica que todos los sectores exportan el mismo valor, es decir: perfecta diversificación; un TEI igual a 1 muestra que una sola industria exporta todo el valor, es decir: máxima concentración. Para Venezuela, desde 1998, ambos indicadores muestran un claro aumento de la concentración.
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Tendencias por productos
Más allá de reiterar lo concentradas que están nuestras exportaciones en el petróleo, el uso de estas metodologías nos permite identificar cuáles sectores (excluyendo crudo y aceites bituminosos) han mostrado en el pasado contribuciones importantes a los ingresos por exportaciones.
Para 1998 encontramos que las 5 categorías bandera de la exportación no petrolera eran aluminio y manufacturas de aluminio (17% de las exportaciones no petroleras), fundición, hierro y acero (14%), vehículos automóviles, tractores y demás vehículos terrestres, sus partes y accesorios (8%), productos químicos orgánicos (6%) y metales preciosos (5%). Al comparar con datos desagregados de la Organización de las Naciones Unidas, el principal producto de aluminio exportado es no-manufacturado y el metal precioso predilecto es el oro.
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Entre 1998 y 2006, esos sectores siguieron el comportamiento de aumento del total de las exportaciones no petroleras, exceptuando los metales preciosos que sí cayeron. El sector de mejor desempeño durante este lapso fue hierro y acero, que duplicó el valor de sus exportaciones. Después de 2006 estos sectores retrocedieron prácticamente todo lo que habían podido avanzar entre 1998 y 2006, con la notable excepción de productos químicos orgánicos, que logró seguir creciendo hasta 2013 y, de hecho, para ese año se convirtió en el principal producto de exportación no petrolero (en parte ante la merma del resto de los sectores).
Otros sectores cuyo comportamiento vale la pena mencionar son los plásticos (que en 1998 representaban 4,6% de las exportaciones totales) y el tabaco (3,1%). Estos sectores, con un peso no del todo despreciable en las exportaciones en 1998, tuvieron un desempeño negativo hasta 2006 y prácticamente desaparecieron entre las exportaciones para 2013. Al contrario, los minerales metalíferos, escorias y cenizas lograron mantenerse creciendo entre 1998 y 2013, multiplicando su valor por 60 y pasando de representar 0,1% a 13% de las exportaciones no petroleras en esos años.
Para la mayoría de los sectores que solían representar aportes relevantes a los ingresos en divisas, la razón de la caída no parece ser el agotamiento de los recursos ni la capacidad, sino el resultado de medidas regulatorias adversas e incentivos inadecuados. Cabe notar que los incentivos inadecuados fueron tanto para el sector privado y público, destacando especialmente la gestión estatal de las empresas básicas, que mermaron su producción cuando el sector era el principal generador de divisas no petroleras.
En definitiva, lo relevante es que aunque seguramente se ha perdido competitividad en los mercados internacionales, el país aún guarda el potencial para desarrollar aquellos productos que formaban el portafolio de 1998 y cuyo precio internacional, además, ha fluctuado positivamente desde entonces.
Sin embargo, es importante advertir que esas exportaciones eran fundamentalmente lo que se conoce como “commodities” (bienes genéricos, poco especializados). Actualmente los precios de esos bienes sufren una caída con respecto a años previos, siendo de hecho el precio del crudo el que más tiempo tardó en caer.
Referentes como la Universidad de Harvard y el MIT han desarrollado una metodología que examina la especialización productiva y el saber productivo (know-how). Su argumento es que para el desarrollo en el largo plazo, la clave no es diversificar porque sí ni dónde sea, sino diversificar donde se puede desarrollar know-how. En ese sentido, los países deben tratar de exportar (en vez de materias primas) productos especializados a partir de las industrias que ya existen y que son productivas. Así es cómo las industrias nacionales crecen, se especializan y añaden valor.
Para medir la complejidad de las industrias, se construye un índice que toma valores positivos y negativos, siendo los valores más altos aquellos que muestran mayor complejidad en la producción. Los primeros rubros de exportación venezolanos (tanto de 1998 como de 2013) están en el rango de los negativos, con baja complejidad.
Tabla 1
Antes que recuperar las exportaciones que el país solía hacer 15 años atrás, Venezuela debe empezar a complejizar sus exportaciones. Esto sugiere partir de los recursos disponibles (incluido el petróleo) y añadir valor y conocimiento que los transforme en productos complejos exportables.

1 comentario:

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